viernes, 9 de enero de 2015

Los cuentos de Anderson, Wes Anderson



Hace unas semanas que disfrutamos en la sobremesa con Gran Hotel Budapest. La verdad es que recordaba la publicidad que se le dio por televisión al film pero no tenía muy claro lo que íbamos a encontrarnos. Sí que, por aquellas fechas, vi un corto para la firma de moda Prada que había realizado el mismo director (foto arriba).



El caso es que como digo, no tenía buenas expectativas con la película que contaba en su reparto con grandes actores de todos conocidos. Sin embargo la puesta en escena me cautivó; aquello parecía un cuento llevado a la gran pantalla; una labor de ilustrador a la enésima potencia. Sólo puedo pensar que Anderson está pirado, es un maníaco y no quiero saber la relación que pueda tener con el director de fotografía, los cámaras, la producción, en general, con todo el equipo, para que todo en sus escenas esté cuidado al detalle. Creo que hay una gran labor de precisión.

Con respecto a este film, también me sorprendió que participara a nivel creativo Owen Wilson, puesto que la imagen que nos llega de él es muy superficial y ligada siempre o casi siempre, a un humor algo tonto. Muy parecida a la misma revelación que tuve al ver Un franco, 14 pesetas de Carlos Iglesias, que me encantó.



Por cierto, me quedo a nivel de curiosidades con hacerme una caja parecida a la de los pasteles de la peli.



Por sorpresa, de casualidad como digo, nos pusimos a ver en otra sobremesa Moonrise Kingdom. Recuerdo haber leído algo en la prensa a cerca del film, pero por aquel entonces, no lo busqué. El caso es que tras poner el dvd de la biblioteca y comenzar a verlo, le dije a mi marido, caray, pero si me recuerda mucho al estilo de Gran Hotel Budapest (cada una haciendo méritos en sus matices particulares, claro; no confundamos una ambientación e historia con la otra). Y cuando me dispuse a buscar al director, pues allí estaba escrito, Wes Anderson.

Moonrise kingdom viene a ser otro cuento llevado al cine y que te hace sonrojar al participar de los clichés de Los jóvenes castores (los sobrinos del tío Gilito), un cómic de los 60s-70s que recuerdo haber leído en casa de mi abuela, donde iban de excursión a la montaña y explicaban lo que había y no había que hacer por allí solos.




Igualmente, paré el metraje para leer con claridad el título de los cuentos que leía la niña protagonista.

 Estas cosas freakys que uno tiene.

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