Ayer tarde tuvimos la suerte de acceder al preestreno en España de la última película de
Céline Sciamma,
Tomboy (en español quedaría traducido como "marimacho").
Cuando salíamos del teatro del Institut Français, algunos se quedaban para ser sometidos a la entrevista de rigor ante las cámaras. El catalista y yo, nos decidimos por comenzar un buen debate en cuanto a la cuestión de la adopción de un determinado rol en la sociedad, y el miedo y determinación paternalista a no salir de un determinado género en base a cuestiones biológicas.
La película, en general, no disgustó al público presente esta vez; en realidad, viene avalada por numerosos premios del público en diferentes festivales. Sin embargo, a pesar de que viéndola, mi niñez me resulta muy lejana, logra trasladarte a ella, pero señalando que mi percepción actual de la infancia no tiene nada que ver con la que presenta la película; por lo menos, no aquella de las grandes ciudades. Creo que las reacciones y comportamiento e interacciones de unos niños con otros ya no son así. Hace tiempo que no fueron. Pese a todo, los momentos divertidos se suceden, y algunos más lentos, de observación, que son los que de verdad te trasladan a aquel tiempo vivido de cada uno.
En cuanto al debate posterior,el tema de la cuestión de género ha sido uno de mis pilares fundamentales a la hora de fundamentar mis ejercicios de creación artística durante mi carrera. Pocas personas de mi entorno actual lo conocen, y recuerdan mis fotografías, performances y vídeos en torno al tema.
No soy una persona dada a escribir tanto en una entrada del blog, pues como lectora, me gustan las cosas breves y sustanciosas, pero aquí soy incapaz de hacerlo, por lo que seguiré escribiendo...
Hay momentos en los que ha existido un interés especial por definirse a uno mismo, aunque fuese por el aspecto exterior. En mi caso, por no tener que llevar chándals, pijamas, jerseys y camisas que junto con mi pelo a lo garçon (impuesto externamente para un pelo más fácil de peinar), me convertían en un chico (a ojos de mis compañeras). El hecho de llevar ropa así respondía a cuestiones económicas más que estéticas (para que mi hermano la heredase).
Bastante tiempo después, la cuestión fue diferente. Hubo un momento en el que los adultos querían marcar la diferencia entre lo que debía hacer un chico, y lo que debía hacer una chica; y ahí entra el fondo de la película de Sciamma: qué es lo que te gusta hacer (y de ahí la decisión de parecer). Personalmente, acostumbrada a realizar las mismas cosas que mi hermano, hubo un momento en que jugar al fútbol con niños ya no estaba bien visto por los adultos, incluso llevar el pelo corto y la ropa holgada. Años más tarde, el resultado fue una performance en la que digería mi propia menstruación (la cara de algunos compañeros fue todo un poema, aunque estaba grabado en vídeo y lo que vomitaba una y otra vez era un mejunje con base de mermelada). Es un tema que no se acaba nunca y del que tengo lejanas muchas lecturas del mundo artístico.
En cuanto al cine, hay otra película que aborda cuestiones más fisiológicas, muy bella, en torno a la relación de amistad de una niña y un niño del campo (que menstrua), pero que sigue siendo un niño (como rol). Se trata de
El último verano de la boyita.
Por el momento, sólo puedo decir que estoy leyendo una novela (no sé cómo derivará) en torno a la cuestión de género pero determinada en base a problemas biológico-anatómicos, como es Middlesex de Jeoffrey Eugenides. Muy bien escrita y no sé si con algún premio literario también. Es el mismo autor de Las vírgenes suicidas, llevada al cine por Sofía Coppola.
Y creo que lo dejamos aquí, pues ya tengo complejo de pesada.